martes, diciembre 26, 2006

The war room : de Kennedy a Clinton


Tres grandes cadenas de televisión estadounidenses lograron en 1960 que los candidatos a la presidencia, John F. Kennedy y Richard Nixon aceptaran presentar y discutir en pantalla las propuestas políticas que esperaban llevar hasta la Casablanca. Más de 70 millones de personas siguieron atentamente los tres debates programados, los cuales según las encuestas de la época, lograron empatar a los contrincantes en un 48% después de cinco días de terminado el tercero. Hubo ahí una acción que lejos de vaciar de contenido a la política reforzó elementos como discurso, persuasión, imagen y puso estas potencialidades más que en contradicción, en diálogo. A esto debemos agregar que cerca del 60 por ciento de los habitantes de Estados Unidos consideraban en 1960 a la televisión el medio de comunicación más importante del país, información que no desperdiciaron las numerosas entidades que a partir de ese histórico enfrentamiento comenzaron a liderar estudios políticos centrados en las audiencias y en la intención de voto. Parecía el inicio de una política mediatizada que no es más que la expresión de una sociedad mediatizada excelentemente representada en la película The War Room. ¿Qué hizo James Carville y Geoge Stephanopoulos ­en la campaña del entonces gobernador de Arkansas, Bill Clinton en 1991? Digamos que leer los signos de los tiempos. Para una sociedad que está dada más a “ver” que a “entender” la imagen es a la vez que un lenguaje común, un elemento provocador. Aquella que circula masivamente en los medios de comunicación a través de relatos y de iconos, es lo que se debe construir meticulosamente, cuidar y potenciar en la actividad diaria, allí en el cuarto de guerra, concientes de que por lo general los votantes tienden a decidir su voto sobre la base de actitudes emocionales. Recordemos sólo una escena. La prensa ventiló el escándalo de las infidelidades del candidato demócrata y el “cuarto de guerra” puso a cada soldado en su lugar para aplicar una estrategia sistemática que ayudara a hacer frente a la crisis. Clinton comienza a hacer sus apariciones públicas junto a Hillary y Chelsea, quienes lo apoyan incondicionalmente, la misma Hillary recorre los barrios para tomar contacto personal con los votantes y para hablar de lo “bueno” que es su marido. Sólo en estos dos gestos hay un mensaje que contrarresta poderosamente aquel decir de la prensa porque la imagen expone fuertemente unido, aquello que la palabra quiso desunir y porque constantemente apela a la experiencia personal y a los valores tradicionales enraizados en la sociedad norteamericana que bien conocía el equipo que lideró la campaña de Bill Clinton. Pero aunque mucho se puede lograr con equipos de especialistas que aplican estrategias, formulan y reformulan tácticas y analizan a cada momento los cambios ocurridos en el entorno, el universo de los votantes y las relaciones que allí se generan son más complejas e impredecibles y muchas veces escapan al genio de los estrategas.